OLVIDADO, EL MENSAJE DE FRANCISCO EN CATEDRAL
- Detalles
- Categoría: Analístas Invitados
- Publicado el Miércoles, 22 Febrero 2017 13:54
- Visitas: 1811
Bernardo Barranco V.
Con motivo del primer aniversario de la visita del papa Francisco a México, en Ciudad Juárez se inauguró una estatua conmemorativa del pontífice de casi cinco metros de altura, ubicada en El Punto, a menos de 50 metros de la frontera con Estados Unidos. Allí estuvo Francisco rechazando los muros y proclamando los puentes entre ambas naciones y dignidad para los migrantes. Este ha sido uno de los signos visibles de una visita que pudo haber sido punto de partida para la renovación pastoral de la Iglesia católica. Los obispos mexicanos no han querido seguir las exhortaciones de Francisco para construir una Iglesia más evangélica y comprometida con su pueblo. Hasta ahora no hay iniciativa de envergadura conducente a tal renovación.
La visita del Papa a México, entre el 12 y el 17 de febrero de 2016, tuvo sus claroscuros. Muchas expectativas quedaron frustradas frente a señalamientos sociales genéricos. Sin embargo, era claro que el Papa no iba venir con discursos incendiarios ni a romper lanzas con el gobierno mexicano. Francisco decepcionó a los activistas de los derechos humanos por no haberse encontrado con los familiares de los estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, por no haber abordado con mayor firmeza los feminicidios ni haberse pronunciado en suelo mexicano sobre la pederastia clerical. En cambio fue notable la actitud de Francisco por encontrarse con el pueblo; especialmente destaca su encuentro con indígenas durante su visita a San Cristóbal de las Casas, Chiapas. En ese tenor, fue remarcable la reivindicación histórica de Samuel Ruiz, el Tatic, por su compromiso social por los pobres. Importante es destacar que sus principales críticas no fueran sociales ni políticas, sino eclesiales. Dichas críticas y señalamientos a la mayoría de los obispos han sido silenciadas como si nunca se hubieran dado. El discurso de catedral del 13 de febrero de 2016 debe quedar no sólo como pieza crítica de retórica clerical ni como regaño, sino como un programa de trabajo que los obispos no han acatado.