Enrique Quintana
Ayer, Donald Trump, en una entrevista con The Wall Street Journal, calificó al dólar como “demasiado fuerte”.
“Nuestras empresas no pueden competir ahora con ellos (los chinos) porque nuestra moneda está demasiado fuerte. Y eso nos está matando”, señaló.
Sus declaraciones propiciaron un debilitamiento del dólar prácticamente contra todas las monedas, destacando la recuperación de la libra esterlina en poco más de 3.0 por ciento frente a la divisa de Estados Unidos (EU), la mayor alza para un solo día desde 2008.
Y, además, Trump criticó la propuesta fiscal republicana del Border Adjustment Tax, que impulsa Paul Ryan y que ha causado gran nerviosismo y preocupación en México.
De entrada, la depreciación del peso frente al dólar, motivada en buena medida por el temor a lo que Trump vaya a hacer, y que alcanza 19 por ciento en los últimos 12 meses, ya ha generado una mayor competitividad a las exportaciones provenientes de México, lo que va en contra de los propósitos declarados de Trump.
Otro señalamiento que implica un cambio, por lo menos de énfasis, fue lo referido en Davos por Anthony Scaramucci, uno de los hombres cercanos a Trump, director de vinculación de su oficina. Refirió que una renegociación del TLCAN podría implicar ganancias tanto para México como para EU, lo que permitiría que el comercio bilateral creciera. No era esa la perspectiva de Trump, que había torpedeado el Tratado.
Trump pareciera –sólo pareciera– darse cuenta de que el crecimiento del empleo en EU requiere mucho más que pedirles a las empresas automotrices que no inviertan en México.
Por lo pronto, ayer se percibió en el mercado que hay inversionistas que empezaron a reconsiderar si las expectativas que tenían respecto al todavía presidente electo de EU son correctas o está girando su perspectiva.
Y algunas empresas parecen haber encontrado el modo de darle trofeos a Trump, sin cambiar nada sustantivo en sus inversiones respecto a México.
Tome el caso de GM. Fue criticada por Trump por producir el Chevy Cruze en México.
Luego de precisar que una fracción muy pequeña de los autos de este modelo vendidos en EU son fabricados en México, ayer anunció una inversión de mil millones de dólares en Estados Unidos. Además, señaló que la producción de ejes para las pick up, incluyendo lo que se hacía en México, se llevaría a Michigan, creando 450 empleos. Y además estimó que los proveedores de la empresa crearían otros 100 empleos. Pero nada cambió respecto a la producción del Cruze o de la Terrain, en México.
Ayer Wal-Mart anunció la creación de 10 mil empleos en Estados Unidos. Sin embargo, no cancela ninguno de sus planes en México.
Pero Trump ya agradeció, por Twitter desde luego, a GM y Wal-Mart, por sus inversiones.
Uno de los escenarios probables de la gestión de Trump respecto a la relación comercial con México y el TLCAN es que haga alarde de sus éxitos para atraer capitales a Estados Unidos y que en la práctica permita que las inversiones se mantengan o fluyan a México en la medida que también son convenientes para las cadenas productivas en EU.
No es seguro. Con un personaje tan impredecible, es casi imposible anticipar y lo más probable es que mantenga su visión proteccionista.
Pero hay signos de que el pragmatismo empresarial podría hacer que ya no se meta autogoles.
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