José María Carmona
Los mercados financieros se agitaron al conocer esta mañana la renuncia del Secretario de Hacienda Carlos Urzúa, porque resulto una verdadera bomba que hizo un boquete en la nave del gobierno de la Cuarta Transformación.
Y más por los términos en que Urzúa redactó la renuncia; para las cúpulas empresariales en sus primeras reacciones manifestaron desconfianza y exigen que se investiguen los términos del segundo párrafo del documento cuando habla de imposiciones, de extremismo de izquierda o derecha en la toma de las decisiones de la política económica.
De inmediato el Presidente López Obrador salió a cerrar la crisis y mandar señales de confianza a los mercados y aceptar la renuncia de Urzúa y proponer al subsecretario de Ingresos de Hacienda Arturo Herrera y con ello manifestar la continuidad en la política económica que de acuerdo a los analistas es de carácter neoliberal porque le da prioridad a la estabilidad de las finanzas publicas a cambio de la austeridad y la entrega directa de los recursos financieros en los programas sociales.
A reserva de que en una próxima entrega en este espacio se haga un análisis profundo de esta crisis del gobierno de López Obrador; únicamente hay que agregar que para el presidente el manejo tanto de la política económica y financiera y las finanzas públicas se manejan como un cajón de tendejón de un pueblo olvidado por la mano de dios, donde toda la familia le mete la mano en un verdadero desorden financiero por lo que deja entrever la renuncia de Carlos Urzúa. Por lo pronto la Cuarta Transformación por los resultados de la economía hace agua y empieza a hundirse, que se salve el que pueda.