chemaJosé María Carmona

Apoco más de diez días de la elección presidencial, López Obrador  candidato triunfador puso a trabajar a los miembros de lo que será su gabinete de gobierno, especialmente al futuro secretario de hacienda, la de economía y a los negociadores del TLCAN. Al mismo tiempo celebra reuniones con los diferentes representantes de las cúpulas empresariales con los cuales les ha explicado su programa económico para el próximo sexenio.

El futuro presidente ante su avasallador triunfo electoral que es resultado de la indignación de la mayoría de los mexicanos está obligado a mandar señales de confianza a los mercados financieros e inversionistas institucionales extranjeros para conservar la relativa estabilidad financiera.

Su propuesta de programa económico está basado en un reordenamiento del gasto público, del cual, pretende ajustar para obtener 500 mil millones de pesos, aproximadamente el 10 por ciento del presupuesto anual para invertirlo en gasto social como es la duplicación de las pensiones de los adultos mayores, becas para el trabajo a los empresarios que contraten como aprendices a los jóvenes y para los estudiantes; a la vez pretende gastar en infraestructura principalmente en la zona sur del país y la construcción de dos refinerías.

Con la política de gasto público, el próximo gobierno de López Obrador pretende recuperar el crecimiento económico por encima del 2.5 por ciento del PIB anual dentro de tres años.

En términos de la política monetaria será respetuoso de la autonomía del Banco de  México y sus decisiones para mantener la inflación bajo control y con ello la estabilidad financiera.

En materia cambiaria, el mercado determinara el nivel del tipo de cambio y en cuanto a la política de precios de los energéticos aumentaran de acuerdo a la inflación para mantenerlos en términos reales, por lo que no habrá gasolinazos en apariencia, pero sí la inflación aumenta  hasta a dos dígitos en esta misma proporción aumentara el precio de los energéticos por lo que es cuestionable la  afirmación de que no habla gasolinazos.

Por lo que se refiere al manejo de la deuda pública el próximo gobierno de López Obrador  se compromete a manejar con responsabilidad la política del endeudamiento, aunque tendrá que enfrentar el incremento del costo de la misma por el aumento de la tasa de interés en el corto plazo.

Por otra parte en materia de política comercial, López Obrador continuara con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, por lo que no tiene el propósito de cambiar la dependencia económica del país, con relación a los Estados Unidos, lo que genera confianza entre los inversionistas extranjeros.

Sin embargo, el futuro presidente del país, pretende llevar su programa económico sin una nueva reforma fiscal y es mas no se propone combatir a fondo la evasión fiscal, lo que resulta insuficiente para el financiamiento de su programa económico, mas aun que en el sector automotriz las compañías pagan cero impuestos por el sistema de deducibilidad del sistema fiscal actual, es por ello que las cúpulas empresariales sean sentado a dialogar y apoyan a  AMLO.

De esta manera, el programa económico de López Obrador  está comprometido de no tocar a los empresarios con una nueva carga impositiva que afecten las utilidades y los niveles de inversión, durante su gobierno; como decía la abuela hoy López Obrador  y los empresarios bailan pegaditos y de cachetito en la arena económica y financiera.

Ante todo AMLO está consciente de que tiene la presión social de que su futuro gobierno mejore los niveles salariales y aumente la participación de los salarios en el ingreso nacional que tienen una participación de apenas el 25 por ciento, tampoco puede asumir posiciones radicales, pero en el mediano plazo, los ciudadanos demandaran que el cambio por el que votaron se sienta en los bolsillos de los mexicanos.

Así de esta manera, el programa económico de AMLO está lleno de contradicciones e interrogantes por una parte está dispuesto a mantener la confianza de los grandes capitales nacionales y extranjeros en el país, sin cambios de fondo  y por el otro lado responder a las demandas no solo de un mayor crecimiento económico,  sino de una  redistribución del ingreso para combatir la pobreza y la desigualdad social, algo difícil de cumplir en el corto plazo.                        

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